MAESTRO, ¿ TE HACES AMAR DE TUS ESTUDIANTES ?
(Autor: Jhon Walter Montoya Sierra)
(Reflexión basada en la pelicula: " El diario de los escritores de la libertad ")
En una ocasión escuché de un predicador una historia que me cuestionó como docente y educador de niños y jóvenes en mi comunidad; Decía El, que en un barrio de Nuevayork (probablemente en el Bronx); existía una Escuela de secundaría donde estudiaban jóvenes de no muy buena reputación, las pandillas se habían tomado la Institución y reinaba el caos y la confusión, las probabilidades de que la mayoría de los jóvenes llegara a los 25 años con vida eras pocas; en medio de todo este panorama desolador existía un curso que era como el lunar negro de aquel lugar, los estudiantes de este grado eran los mas mal relacionados y casi todos eran pandilleros y delincuentes reconocidos, daba miedo en verdad dictar una clase en aquella aula. Pues bien, pasó el tiempo y 15 años después un docente que había dictado cátedra en aquel lugar, se dio a la tarea de averiguar que había sido de la vida de aquellos 20 estudiantes del "Aula Siniestra", pensaba El, que la mayoría probablemente ya estarían muertos o en el mejor de los casos pagando penas en las Cárceles del Estado, por lo que comenzó por allí su investigación, su sorpresa fue grande, ninguno de estos 20 estudiantes figuraba muerto o preso en ningún Estado; el hombre reorientó entonces sus pasos hacía los centros de viciosos, drogadictos, alcohólicos, prostitución y demás degradaciones pero allí tampoco encontró a ninguno, y así fue descartando probabilidades hasta que llegó al área de profesionales exitosos, y allí los encontró a todos, vivos, felices, libres y triunfadores. El hombre no podía dar crédito a lo descubierto, y comenzó a indagar y a devolverse en el pasado de la vida de cada uno de estos jóvenes tratando de encontrar una causa común de estos resultados, pronto se dio cuenta que todas las historias confluían en un mismo lugar y mas exactamente en una persona: La Profesora de Inglés. Acto seguido se dio a la tarea de buscarla pues necesitaba saber que podía haber pasado, la encontró ya anciana y retirada en un Pueblito cercano quien una vez enterada de esta situación accedió a hablar con su colega, nada de extraordinario encontró el hombre en aquella mujer, es más ya ni siquiera recordaba ella los nombres de todos los estudiantes, pero de repente una corta palabra le dio la respuesta que El tanto había buscado: " No creo que Yo haya echo algo de extraordinario con este curso, ni mucho menos que yo sea una mujer extraordinaria, pero lo único que si se a ciencia cierta es que a esos jóvenes los amé con toda mi alma".
Pues bien, relacionando esta historia con la Película "El diario de los escritores de la libertad" (que a propósito recomiendo ver), yo también como "mas o menos" buen investigador, encuentro en ambas y de forma abstracta, una palabra en común: "El Prejuicio Social". Preguntándole a mi amigo "Mr. Google" que es un prejuicio, me ha respondido que "es el proceso de formación de un
concepto o juicio sobre alguna cosa de forma anticipada, que implica la elaboración
de un juicio u opinión acerca de una persona o situación antes de determinar la
preponderancia de la evidencia, o la elaboración de un juicio sin antes tener
ninguna experiencia directa o real. Consiste en criticar de forma positiva o
negativa una situación o una persona sin tener suficientes elementos previos.
Es una actitud que puede observarse en todos los
ámbitos y actividades de la sociedad, en cualquier grupo social y en cualquier
grupo de edad, e implica una forma de pensar íntimamente relacionada con
comportamientos o actitudes de discriminación". Cuando un docente lanza un juicio a priori sobre un estudiante o un grupo de ellos, actúa con una actitud suspicaz y hostil
hacia esa persona que pertenece a un grupo, por el simple hecho de pertenecer a
dicho grupo, y a la que, a partir de esta pertenencia, se le presumen las
mismas cualidades negativas que se adscriben a todo el grupo”.
Esta
definición, se refiere principalmente a la etiquetación que hacemos de manera
negativa, en base a una forma de pensar que adoptamos desde pequeños. Esta forma
de pensar surge como resultado de la necesidad que tiene el ser humano de tomar
decisiones firmes y concretas de manera rápida, tomando información
generalizada de la que se tiene hasta el momento para emitir juicios, sin
verificar su veracidad. El prejuicio hace referencia a lo infundado del juicio
y al tono afectivo. La frase “pensar mal de otras personas” debe entenderse
como “una expresión elíptica, la cual incluye sentimientos de
desprecio o desagrado, de miedo y aversión, así como varias formas de conducta
hostil, tales como hablar en contra de ciertas personas, practicar algún tipo
de discriminación contra ellas o atacarlas con violencia”. En las prácticas
cotidianas de los sujetos, el prejuicio opera a partir de supuestos
valorativos basados en costumbres, tradiciones, mitos y demás aprendizajes
adquiridos a lo largo de los procesos de conformación de las identidades. En lo
referente al tema de la discriminación étnica, particularmente la que sufrían
los judíos y los negros americanos, el racismo es producido por “temores
imaginarios”, lo que nos lleva a una visión positiva de que es posible
erradicar el prejuicio para poder vivir en una sociedad más armónica. El
prejuicio surge por conveniencia, para discriminar, descartar o dominar a otras
personas o aceptarlas preferentemente, sin tener remordimientos y sin
reflexionar si eso es bueno o malo, o si es una opinión objetiva o subjetiva.
Comúnmente y como ya había dicho, esta es una actitud hostil o, menos frecuentemente, favorable hacia una
persona que pertenece a determinado grupo (social, étnico, sexual, político,
socioeconómico, ocupacional, religioso, deportivo, de salud o de enfermedad o de
cualquier índole, incluso territorial o geográfica) simplemente por el hecho de
pertenecer (voluntaria o involuntariamente, consciente o inconscientemente) a
ese grupo, en la presunción de que posee las cualidades negativas o positivas
atribuidas por muchas personas al mismo. La opinión se produce primero respecto
del grupo prejuiciado y después incorpora al individuo.Por su parte el Psicólogo norteamericano John Dollard sugirió
que el prejuicio es el resultado de la frustración, y se reconoce que es la
base de la discriminación en
contra de la dignidad humana.
Afortunadamente en medio de todo este
“panorama” social, que se vive actualmente en la mayoría de Colegios e Instituciones Educativas; se levantan y se han levantado siempre seres humanos
excepcionales (como las Maestras de la historia y la película referidas), que contra todo pronóstico, han sabido
levantar bien alto el estandarte de la justicia humana y han defendido las
causas justas con nobleza y grandeza, aún a costa de sacrificar su propia
comodidad e intereses personales.
Su método aunque sencillo, no fue fácil de
implementar, pues sus estudiantes no se sentían parte de la sociedad, sino
excluidos por ella; pero con el amor que no es excluyente, la maestra los
reoriento por el camino del cambio, y descubrieron que se podían amar cuando
fueron escuchados y cuando se les demostró que eran importantes, encontrando el
valor social que tenían cuando se les hizo sentir que eran como una verdadera familia
( no la falsa familia de las tríbus urbanas); eso hicieron las maestras, amarlos,
sacrificando todo por sus muchachos, desde sus egoístas esposos hasta la convivencia
laboral con sus colegas, pero esto a ellas no las venció, pues amaban su labor
social, amaban lo que hacian, entendieron que esto no solo era lo que querían hacer
sino que era lo que tenían que hacer, porque eso era lo correcto.
Hablando de la Película me impactó la historia de una de las estudiantes (Eva Benítez), quien por su parte nos
cuestiona a todos con su vida, con sus reflexiones, con sus actitudes y
pensamientos: frases como “Sin justicia no hay paz” ó “¿Qué nos enseña usted
que pueda marcar la diferencia en nuestras vidas?”, o sus decisiones de
defender la verdad a toda costa, nos invita a todos a reflexionar sobre cual
debe ser la actitud correcta que todos debemos tener para agradar a Dios o
agradar a la sociedad, a esa misma sociedad que excluye y destruye y luego
juzga esas mismas actitudes. De las pandillas Eva aprendió a sufrir por amor y a
dar hasta la vida si fuese necesario para salvar a sus “hermanos”, los
pandilleros no temen morir por defender su gente, aprenden lo que significa el
silencio y la discreción, son soldados de la calle que pelean por sus propias
vidas, su “bautizo” es con violencia, si sobreviven un día para ellos les es
suficiente, pelean por orgullo y por ganar respeto, por defender lo que ellos
creen que les pertenece. Las vidas de sus compañeros también hablaban por si solas: “El mundo
exterior es solo otro cadáver más en la esquina” ó “algo de valor debo tener
desde que decidí quedarme” ó “quiero cambiar pero no lo lograré solo”, son
gritos de dolor y de deseo de muchos jóvenes que quieren sentirse reconocidos y amados por su propia
sociedad.
Su pequeña sociedad, El
colegio; que bajo su superficial argumento de “integración voluntaria”, no
brindaba a estos jóvenes sino “desprecio voluntario”, experimentó también la
fuerza del cambio profundo que nacía desde las raíces más profundas de la
sensibilización humana y que generaba esperanza a un grupo de jóvenes que
estaban condenados a un fracaso anunciado.
La maestra, la gran heroína del
cuento, supo enfrentar esta “sociedad” escolar con inteligencia, sacrificio,
lucha, constancia y buena disposición, frases como “la verdadera lucha comienza
es en la base, con los alumnos” nos muestra la confianza en estos jóvenes y en
su método sencillo pero profundo de resocialización; no se quitó su collar de
perlas, sino que hizo de sus muchachos un collar de perlas para la sociedad. La
música y la poesía en su expresión le facilitó adaptarse a estos desadaptados y
desde su propia perspectiva les mostró los errores y les enseño la verdad,
corrección fraterna pero con autoridad, se veía en un comienzo fracasando pero
jamás se dio por vencida, les devolvió la confianza y les dio una nueva
identidad. Los otros educadores se mantenían firmes en su desconfianza y
pesimismo defendiendo la idea de que los jóvenes no se podían educar sin
primero tener disciplina, pero la maestra les mostró que primero era el amor,
de donde nacía la buena disposición para
la educación y posteriormente para la buena disciplina. Ella rompió todos los
esquemas por eso la mayoría la consideraba loca, menos su padre y el director
del Colegio, que siempre creyeron en ella y la apoyaron. Y es que la maestra
sabía muy bien lo que hacia, los hizo vivir como personas normales, los trató
como seres humanos, los unificó, los defendió, les dio nuevas oportunidades,
los reorientó, los concientizó, los amó y los trató como sus mejores amigos,
les dio una razón para vivir, para cambiar, les hizo tener esperanza, les
enseño a defender la verdad, logró que renaciera en ellos el amor y la
confianza en si mismos y en los demás. Sus frases de aliento como: “Se quien
eres y no eres un fracasado” ó “ayudando a los demás a tomarle sentido a sus
vidas, todo lo demás toma sentido para mí” ó “nunca usen a los demás como una
excusa para no llegar a una meta, pues todos tienen la oportunidad” ó “cada voz
que les diga que no lo lograrán debe ser silenciada, ahora es su turno”; nos da
una idea de la grandeza de su alma. Y finalmente como dijo Miss Gies, la
benefactora de Ana Frank: “Todos podemos encender una pequeña luz en la
oscuridad, y ser los verdaderos héroes de cada día”.
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