EL ARTE DE
RECONSTRUIR LA SOCIEDAD
(Autor: Jhon Walter Montoya Sierra)
El futuro
de la sociedad no descansa en la familia sino en el individuo; para edificar
sociedades sanas es necesario primero, edificar individuos sanos, individuos cuyas bases sean buenos principios y valores
éticos y morales que deben estar bien
comprendidos en su corazón; valores como
el amor, la bondad, la generosidad, el respeto, la responsabilidad,la honestidad, la perseverancia y la humildad son los
fundamentos que toda persona debe tener
y proyectar sobre la sociedad a la cual pertenece.
En una
ocasión, hablando con un exitoso empresario japonés, le preguntaba cual era el
secreto del gran crecimiento de sus empresas, a lo que él me respondía con una
reflexión sencilla, apoyada con un movimiento geométrico en forma de
constructor, diciendo: “un ladrillo, dos ladrillos, tres ladrillos, una
pared;
Una pared, dos paredes, tres
paredes, un cuarto;
Un cuarto, dos cuartos, tres
cuartos, un apartamento;
Un apartamento, dos
apartamentos, tres apartamentos, un edificio;
Un edificio, dos edificios, tres
edificios, una ciudad;
Una ciudad, dos ciudades,
tres ciudades, un país”
La
enseñanza es obvia, desde lo mas sencillo, desde lo mas elemental, es desde
donde se construyen con cuidado y con paciencia, colectivos y realidades
fuertes y sólidas; esta enseñanza particular aplicada a todas las actuaciones
de mi vida, me han demostrado que este es un camino acertado.
Pues bien,
los grupos sociales funcionan exactamente igual, se construyen desde lo
sencillo y primario que es el individuo en particular y llegan hasta lo mas
grande que es la misma sociedad: “un valor, dos valores, tres valores, un buen
individuo;
Un individuo,
dos, tres individuos buenos, una buena familia;
Una familia, dos
familias, tres familias buenas, una buena sociedad”
Por lo
tanto, de la calidad de los individuos, depende la calidad de la sociedad que
se construya.
Jean Jacques
Rousseau en su obra el contrato social sostenía que:”el hombre nace bueno y la
sociedad lo corrompe” y respaldaba su punto de vista diciendo que el hombre es
producto de la sociedad, pues cuando nace carece de una estructura y de un
pensamiento moral o social y capta las normas sociales que tiene cada pueblo así
como su manera colectiva de pensar. Según Rousseau el individuo no nace con una
personalidad o moralidad, si no que las adquiere y adquiere también los modelos
sociales que la sociedad le impone dejando el estado de pureza que tenia al
nacer.
Yo por el
contrario me atrevo a afirmar que: “las sociedades nacen sanas y son los
hombres los que las corrompen”, pues si bien es cierto que el individuo nace en
un estado de pureza, los modelos sociales no se los impone la sociedad sino que
es el individuo mismo quien se adapta o cambia esos modelos sociales ya
existentes de acuerdo a su propia personalidad y moralidad. No se puede hablar
de familias sanas si sus miembros son enfermos, no se puede decir que un
gobierno es honesto si sus miembros son Deshonestos
o que una sociedad es buena si sus individuos son corrompidos; no puede haber
un buen futuro social sino existe un buen presente así como no hay un buen
presente social porque no fue bien edificado en el pasado.
No puedo
sin embargo dejar de dar la razón a los grandes pensadores sociales que
sostienen que el primer agente socializador con el que el individuo tiene
relación es con su propia familia que lo orienta y lo guía; esta socialización es primaria y con el pasar del tiempo el individuo se enfrenta a diferentes
espacios socializadores, lo que conlleva a una socialización secundaria, es
decir que es la familia primeramente la que dirige y orienta al individuo
mediante la crianza, inculcándole conceptos morales o modelos sociales, desarrollando
en el niño habilidades, actitudes y conocimientos, y estimulando sus
habilidades cognitivas, si quiere que el niño se desarrolle correctamente en la
sociedad.
Recordemos
por otra parte que la ilustración y el racionalismo con su revolución francesa,
buscaron siempre reivindicar el concepto de “individuo” como “ser humano” que
es en esencia la proclama de los derechos humanos, donde el individuo se rebeló
contra los paradigmas de una sociedad en decadencia, pero que en su desespero
por crear nuevas estructuras sociales adaptadas al cambio, consiguió alejarse irremediablemente de las normas morales que exige una sociedad digna y cayó en un
materialismo desordenado y mal sano.
En sus
tratados de filosofía el doctor Jaime Barrera Morales, sostenía ya el concepto
claro de que la verdadera “célula” de la sociedad es el individuo y que a este debe
dirigirse todos los enfoques sociales, políticos y hasta religiosos,
desarrollando un “proyecto social” que permita la reestructuración de los
modelos sociales vigentes, para buscar “modelos de convivencia” pacíficos y que
tengan en cuenta la individualidad que solo la otorga la “conciencia personal”
que a su vez solo puede ser fruto del “conocimiento” que es en ultimas el
objetivo de esta acción; traducido de
forma más sencilla significa que sólo si el individuo adquiere una conciencia
pacifica, podrá entonces encajar en la sociedad, pero desafortunadamente no es
así, y mejor no pudo definirlo el Doctor Luther King cuando dijo que: “ hemos aprendido a volar en
el aire como pájaros y a nadar en el mar como peces, pero no hemos aprendido el
simple arte de vivir juntos como hermanos”.
Un
individuo carente de valores, difícilmente podrá cambiar la sociedad y aunque
los valores no se adquieren para siempre y aunque se pueda recordar su
significado, su vivencia en cambio es una decisión personal de cada individuo en
cada momento de su vida; todos podemos saber por ejemplo, que significan la
generosidad y la responsabilidad pero lo difícil es actuar con ellas, por eso
el proceso” exige llegar a una verdadera comprensión de estos conceptos pero
desde el corazón”; no hay personas honestas o responsables, sino personas que
actúan con honestidad y con responsabilidad, algunas veces o muchas veces pero
irremediablemente no existen seres
humanos que puedan actuar siempre con valores, porque somos seres
volubles y de ahí la importancia de no juzgar, no cuestionar, no reprochar y no
culpar, eso se llama tolerancia que por cierto es una virtud bien difícil de
adquirir.
Que lindo
es evocar la piedad y la moral pura y sencilla de los primeros discípulos de
Cristo, que apreciaban los principios de verdad mas que sus casas y sus
tierras, mas que sus amigos y parientes, y mas que la vida misma, y construían
sociedades basadas en el respeto y en el amor, tratando ansiosamente de
inculcar estos principios en los corazones de los jóvenes y de los niños,
quienes desde su más tierna edad, recibían instrucción sobre las normas
cristianas y se les enseñaba a considerar sagrados los requerimientos del amor
a Dios y a los hermanos. Los niños aprendían a ser agradecidos con Dios y se
les enseñaba a llevar responsabilidades, a hablar con prudencia y a apreciar el
valor del silencio, mientras que a los jóvenes se les enseñaba que todas las
facultades humanas pertenecían a Dios y que todas debían ser aprovechadas y
desarrolladas para servirle a Él y a sus hermanos.
Pero el
individuo se alejó de estas normas de amor comunitario y reto a Dios y odió al
hermano, y cuando el hombre traspasa los limites de la paciencia divina, ya no
cuenta con aquella protección que lo libraba del mal. Dios no asume nunca para
con el pecador, la actitud del verdugo que ejecuta la sentencia contra la
agresión, sino que abandona a su propia suerte a los que rechazan su
misericordia, y una sociedad abandonada por Dios es una sociedad que
inevitablemente se conduce a su propio fracaso, recogiendo así, los frutos de
lo que sembraron sus propias manos, pues todo rayo de luz que se desprecia,
toda admonición que se desoye y rechaza, toda pasión malsana que se abriga,
toda transgresión de la ley de Dios, son semillas que darán infaliblemente su
cosecha. Cuando se le resiste tenazmente, el Espíritu de Dios concluye por
apartarse del pecador, y este queda sin fuerzas para dominar las malas pasiones
de su alma, y sin protección alguna contra la malicia y la perfidia del mal.
De tal
manera que si queremos una sociedad más justa e igualitaria, donde puedan
descansar nuestros hijos y nuestros sueños, indiscutiblemente deberemos
construir individuos sobre la base de las buenas costumbres y de los buenos
principios éticos y morales a ejemplo de nuestros primeros hermanos que por encima de todo y aún a costa de sus
propias vidas, defendían la dignidad, la fe, la caridad y el bien común con un coraje y una valentía propia de las
almas nobles, y de los corazones justos; y así como afirmó Dimnet: que “La
felicidad de mucha gente no se arruina por grandes catástrofes o errores
fatales, sino por la repetición de pequeñas conductas destructivas”, así mismo
yo afirmo sin temor a equivocarme que la
sociedad no se arruina por inmorales tendencias grupales sino por la decadencia
moral de cada individuo en particular.
BIBLIOGRAFIA
-Catecismo
de la Iglesia Católica ,
Tercera parte. Ed. San Pablo 1998.
-El
conflicto de los siglos. Ellen G. White.
-Renaciendo
en Valores. Beatriz Vásquez Gómez.
-Sagrada
Biblia. Dios habla hoy.
-El
Contrato social. Jean Jacques Rousseau.
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