8/14/2014

                                                           EL PROBLEMA DEL MAL
                                                   (Autor: Jhon Walter Montoya Sierra) 

¿ SI DESDE LAS SAGRADAS ESCRITURAS, ENCONTRAMOS QUE DIOS LO HA HECHO TODO BIEN, EN DONDE RADICA EL PROBLEMA DEL MAL ?

El Origen del mal, está en el corazón del hombre, quien por su misma rebeldía y desobediencia quiere cambiar la estructura inicial del bien, diseñada por Dios.
En el primer relato de la creación (gn 1,3-31), el escritor sagrado narra que Dios separó la luz de las tinieblas, y que al crear la naturaleza y los animales “vio que todo estaba bien”, cuando creó al hombre y a la mujer dice “y vio Dios que estaba muy bien” y que los creó a imagen y semejanza suya, es decir perfectos.
San Agustín por su parte escribió:”Nos hiciste Señor para ti, y mi alma no descansará hasta que descanse en Ti”, es decir que todos los seres humanos fuimos creados para Dios, quien nos hizo capaces de Él, es decir buenos: “ustedes son para mi”. 

¿Qué ha sucedido entonces con nuestra perfección?. Dios nos hizo buenos para Él, pero al alejarnos de la bondad de Dios, nos volvemos contra Él, ya que cuando uno se aleja de Dios se pierde; El mal nace entonces de usar mal la libertad de optar por Dios. 
San Agustín decía: “El mal no existe, lo que existe es la degradación del bien”; es decir que al querer cambiar el concepto Divino del bien y amañarlo a nuestro propio concepto del bien, degradamos ese bien. Pero el bien existe y vence el mal, porque Dios es bueno, y encontrar entonces ese bien y permanecer en el bien, nos hace encontrar a Dios y permanecer en Dios, eso es lo que nos hace más humanos. (El ángel caído por ejemplo, optó por desobedecer a Dios, Dios creó un ser bueno, pero el, por su libertad optó por otra cosa). 
Para que un Dios se haya encarnado en una condición humana, esa condición humana debe de estar bien diseñada por ese mismo Dios; la doctrina Cristiana dice que el mal no existe, sino que somos nosotros quienes nos alejamos de la perfección de ese bien diseñado por Dios. 
Dios no creó ni el mal, ni el pecado, ni la enfermedad, ni quiso jamás ponernos a prueba, Dios no piensa así, pues la mente de Dios es pura, es perfecta. 
Dios siempre está hay para nosotros, pero todo lo malo que nos sucede es producto de alejarnos de Dios.
Por otra parte Dios dio a los hombres la libertad para elegir entre la vida y el bien por un lado y la muerte y el mal por el otro (Dt 30, 15-20), y dejó claro que si los hombres obedecían lo que les ordenaba y amaban al Señor su Dios, siguiendo sus caminos y cumpliendo sus mandamientos, Él nos bendeciría; pero si no hacían caso, morirían sin falta, y puso el cielo y la tierra por testigos; pero los hombres hemos preferido obrar el mal y desobedecer a Dios, y la consecuencia lógica de esta desobediencia, es el  sufrimiento y la maldad reinante en el mundo. Esto fue lo que sucedió con David (2S 12,7-23),(y con muchos otros pecadores), quien al despreciar la palabra de Dios y hacer lo que a Dios no le agradaba, acarreo como castigo no solo la muerte de su hijo, sino que de su casa jamás se apartara la violencia (hasta el día de hoy), y que el mal contra el, surgiera de su propia familia.
Jesús nos enseñó que el hombre bueno dice cosas buenas, porque el bien está con el, y el hombre malo dice cosas malas porque el mal está con el (Mt.12,33-35) y también nos dijo que lo que hace impuro al hombre no es lo que entra desde afuera, sino lo que sale del corazón del hombre, porque de allí es de donde salen los pecados y las maldades...que degradan al hombre (Mr.7,14-21). ¿Cómo es esto posible si todos somos imagen de Dios, es decir que Dios se refleja en nuestros rostros?; esto solo es posible porque hemos degradado su imagen en nosotros y no hemos reconocido su rostro ni en nosotros ni en nuestros hermanos.
Todos somos tentados por el mal, por alejarnos de la voluntad de Dios, ya que por satisfacer nuestras debilidades nos acercamos a esa tentación; pero todos podemos también ser buenos por ser hijos de Dios. Todos somos capaces de Dios, pues Él nos ha dado la gracia de que lo alcancemos y lo amemos en la medida en que cumplamos su voluntad.

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